No resulta extraño, entonces, que busquemos en ella la respuesta a nuestros anhelos más profundos y a las preguntas que nos han inquietado desde siempre.
Hace ya muchos años, cuando estudiaba como cadete en la marina de los Estados Unidos,
tuve el honor de conocer a Christopher Mueller. Aparte de ser un norteamericano fino de esos que ya poco se ven y ser una persona de un carisma y una calidad humana fuera de lo común, era por demás uno de los socios y herederos del Diary Queen.
Pero, aparte de todo esto, otra de las cosas que hacían tan especial a Chris era ser, en el área del taller y la herramienta, como casi un 80% de sus compatriotas, es decir, un experto en el uno y una fiera en el manejo de las otras.
Quien haya visitado alguna vez una casa norteamericana tiene que haber visto el garaje; un espacio para el carro, si, pero sobre todo para las herramientas de cuanto pueda llegar a necesitar un hogar en términos de construcción, remodelación, jardinería, electricidad, plomería y, por supuesto, mecánica: un espacio de trabajo, pero ante todo, un templo para todo tipo de imaginaciones y proyectos.
Y es que no es solo tener el espacio para las herramientas. El garage es un sitio sagrado de un inmenso orden, donde cada cosa tiene su lugar y cada categoría su segmento. Es en esos talleres donde nacieron, fruto de unas mentes poderosas, pero también, de la mano y su habilidad creativa, empresas como Harley Davidson, Hewlett Packard, Disney, Mattel, Amazon, Apple y Google, entre muchas otras.
Hace tiempo que creo, y cada vez más, que el desarrollo de la mente viene conectado con el desarrollo de la mano. Es en ella, en su capacidad de dibujar, construir y elaborar los esquemas que la mente le va compartiendo, que nace la Tecnología, el estudio y el dominio de la técnica.
Gracias a la capacidad y el manejo por parte de la mano de todas las herramientas posibles para realizar actividades puramente técnicas, hemos visto como se han construido cosas que hasta ese momento eran vistas como imposibles.
Y es que ese es el poder de lo básico: una mente con una idea junto a una mano con una herramienta, han logrado una y otra vez alcanzar resultados asombrosos. Y lo hemos visto suceder desde hace 1 millón de años.
Pero para hacer el cuento corto, Chris estaba construyendo, él solo, una cabaña en su finca de Virginia y en el garaje de la casa grande tenía todas las herramientas necesarias. Ese mes de verano que pasé con él, estorbándole en todo y a toda hora, siendo algo entre un aprendiz y un ayudante, aprendí de carpintería, plomería, impermeabilización y electricidad. Ha sido uno de los maestros más importantes de toda mi vida. Y él tenía 16 años.
Solo desde la perspectiva del tiempo, y dándome cuenta de lo que nació en esos talleres, entiendo que tal vez debí haber seguido practicando la técnica en todas sus maravillosas posibilidades; pero para cuando regresé a Colombia en los años 80´s, lo que importaba era ser "profesional", ¡¡vaya error tan craso!!, jajaja. Pero bueno, quién puede saber a los 18 lo que sabe más de 5 décadas después.
Para cerrar, y rendirle un homenaje a Chris, y también a Doug Peterson, quien nos acompañó ese verano a trabajar en la cabaña y me enseñó a lanzar bien una pelota de basketball, quiero hablar de lo que nació en el siglo XX en miles de talleres como el de Chris con la ayuda de las herramientas: la Tecnología, esa nueva, y aparentemente controlable, religión de nuestro tiempo, la esperanza de millones de vidas, el camino en el que está confiando casi todo el mundo, literalmente hablando, para superar las dificultades que nos tienen abrumados.
Es a la tecnología, fruto del taller y la herramienta, hacia quien dirigimos nuestros ojos esperanzados, como la panacea para sacar adelante un proyecto de vida posible para nuestro futuro y nuestro planeta. No resulta extraño, entonces, que busquemos en ella
la respuesta a nuestros anhelos más profundos y a las preguntas que nos han inquietado desde siempre.
En cuanto a mí, es con infinita gratitud que sigo escribiendo y dibujando mamarrachos con las manos, cocinando con las manos, haciendo algunos ocasionales desastres caseros de plomería y electricidad con las manos, jajaja!, manejando, ¡-gracias a Dios!- con las manos, sembrando árboles, podando plantas y cercando potreros con las manos. Aún dibujo mamarrachos con las manos, y cada vez que veo una herramienta que me pueda ayudar a sobrevivir en este presente o tal vez en un futuro distópico, la pongo en mi baúl del carro (mi taller más cercano, jajaja) o de la finca-ya que los garajes de los edificios de hoy no dan para eso- para estudiarla y aprender a hacer uso de ella con mis manos.
Si la mente es prodigiosa, pero también un enemigo peligroso, la mano es admirable y siempre ha estado de mi lado. Gracias totales a Chris, A Doug, a la mano, al taller y a la herramienta.